viernes, 13 de abril de 2007

De lo más alto a lo más bajo de Peñarrubia

Aquí está nuestra animosa expedición preparándose para la salida desde la casa de mi tío Toñi. Los participantes son, de izquierda a derecha: Mi primo Ángel (homónimo de ese otro Ángel coronillo y potencialmente maquinilla como aquél), su amigo Jorge, ataviado como coronillo, ya que el patito tuvo a bien cederle su chaqueta para que el frío y la humedad no calaran sus huesos. Después el que escribe y cerrando el encuadre, el patito.

Rodamos con tranquilidad por un camino de buen firme que nos conduce tranquilamente al primer hito del recorrido: El Ojico, una finca bien emparejada con huertas, oliveras y pinos jóvenes plantados en el ribazo del camino.





Dejamos El Ojico y nos encaminamos hacia El Fontanar cogiendo un atajo más técnico y empinado que comienza donde termina el camino de buen firme que atravesaba antes de morir una reciente plantación de cerezos. Aquí el patito demuestra que el piñón 34 no es suficiente si no se aliña con motivación y Ángel se esfuerza hasta estrellarse (como todos) contra la última rampa del atajo (no hay atajo sin trabajo)













Ya hemos empalmado con el camino del Fontanar y a él llegamos discurriendo por una cuesta cada vez más empinada. A partir de ahora todo es una subida tendida con cada vez más pendiente a lo largo de un camino regular que, aún así, no se hace aburrido.




El paisaje se embellece con la altura y comenzamos a apreciar los cortados del llamado Ceño, un macizo de piedra caliza escalable pero no ciclable (al menos eso creo). Las piernas de Jorge se resienten, así como su trasero, del día anterior pero todavía resiste y aguantará hasta el final.



Tomamos aire en un recodo y nos preparamos para afrontar los últimos trescientos metros de subida hasta el Puerto del Pino, el lugar más alto de Peñarrubia. La subida se las trae (en la foto se aprecia como la rueda delantera de la bici de Ángel se levanta del suelo), pero todos nosotros conseguimos llegar arriba de una u otra forma. Ángel demuestra su potencial destreza y potencia (cómo mejoraría este chaval con entrenamiento), Jorge su pundonor inasequible al desaliento y el patito su buena preparación y ésta vez, la buena combinación entre piñón 34 y una adecuada motivación.




Es hora de fotos y bajada constante a lo largo de 5 kilómetros de vuelta al pueblo por el camino principal, esta vez sin atajos.

Nos despedimos de Ángel y Jorge que ahora se van de pesca y el patito y yo continuamos hacia la parte más baja de Peñarrubia: el río Segura. Un águila saluda a los coronillos que continúan el camino, como no podía ser de otra forma

















Justo al cruzar la carretera en dirección a Yeste, comienza un camino que se inserta en un estrecho valle muy bonito y recogido. En la cabecera de este valle, un inglés enamorado de esta agreste sierra ha levantado una discreta casa que mira hacia el valle. La bajada hasta el río es constante, nada técnica y muy bonita, ya que el paraje es naturaleza pura. La lluvia de estos días ha embarrado un poco el camino en algunos puntos.








Llegamos al río que lleva bastante agua, hacemos unas fotos y afrontamos la subida que nos espera de 4 kilómetros hasta el pueblo, donde termina nuestra excursión.






En total, 20 kilómetros escasos que te conducen a lo más alto y lo más bajo de Peñarrubia.








Para terminar, una foto del valle del Segura con los calares (Calar del Mundo) nevados al fondo.












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