La cubeta del Pantano de la Fuensanta. Vacía pero verde de pasto. Algunos charcos aquí y allá. Este camino te lleva detrás del molino viejo que casi siempre se encuentra bajo las aguas. Por allí todavía hay agua para pescar.
Mi tío Toñi y mi hermano Miguel. Yo he venido desde Peñarrubia en bici (7 Km de carretera). Ellos se quedarán aquí pescando. Imagino que se preguntan por qué carajo no me relajo de una puñetera vez y me quedo con ellos tranquilamente. Es tentador, pero me pongo en marcha.
El Pantano seco muestra sus acantilados pétreos normalmente ocultos bajo el agua. Pronto transitaré por una vieja carretera que fue tragada por las aguas y que ahora se muestra de nuevo para que yo pueda recorrerla con la bici. No será tan fácil.
Me dirijo por una sendita de 500 metros hacia el puente nuevo, por donde pasa la carretera hacia Yeste. Me quedaré antes, porque quiero pasar por el puente viejo y tomar la antigua carretera. El pantano es ahora un fino río que se embalsará más abajo, donde he dejado a mi hermano y mi tío intentando pescar barbos.
Ahora la senda asciende hasta casi la carretera nueva y se complica, cortada por un corrimiento de tierras que ha convertido un paso fácil en un pedregal de rocas afiladas y sueltas que me obligan a echarme la bici al lomo. Espero no caerme.
La vista desde arriba es curiosa con el río Tus (creo que es el Tus) recién entrado al pantano formando graciosos meandros entre el pasto verde. Todo esto debería estar cubierto por el agua en un año normal. La nueva construcción de la central hidroeléctrica en la presa hace posible estas fotos.
Finalmente no me he despeñado y consigo llegar a un curioso portillo de piedra que me da acceso a la entrada del río al embalse y al puente de la carretera vieja. Más arriba el puente nuevo soporta el tráfico hacia Yeste.
Una vez pasado el puente viejo, me subo a la bici y continúo por un camino en mal estado, pedregoso pero ciclable que, no obstante se cortará en varios puntos. Transcurre a lo largo de un kilómetro bordeando el pantano y ascendiendo ligeramente hasta un collado que sirve de puerto natural que deja abajo el pantano.
Pronto debo echarme por segunda vez la bici a la chepa, ya que las aguas al inundar la carretera la han destruido completamente en algunos puntos. Es entonces cuando oigo unos ruiditos que resultan ser cabras montesas que salen disparadas. Me da tiempo a “cazarlas” con mi cámara compacta.
Esta es mi recompensa: Cabras salvajes en libertad, nada fáciles de ver a no ser que estés en Cazorla; pero esto no es Cazorla, no es un espacio protegido y sin embargo, aquí están: es fantástico. Un macho joven me planta cara en la distancia.
Todavía contento por el encuentro, no me importa demasiado volver a hacer un alto ante la total destrucción de la vía por un corrimiento de tierra. Ya empiezo a acostumbrarme a la sensación del pedalier en las costillas.
Ahora el camino mejora bastante y estoy llegando al alto que dejará el pantano detrás. Las vistas son escalofriantes. Abajo puedo ver los coches de los pescadores como pequeños puntitos. La combinación del espacio, la roca y el agua embalsada provoca una sensación extraña de vacuidad.
Justo al saltar el collado, el paisaje cambia completamente y entramos en un camino mucho más suave y de mejor firme que se interna en una pinada cada vez más espesa. La sensación de estar alejado de cualquier ser humano es muy grande. Igual por eso he podido ver cabras. Esta delicia durará unos tres kilómetros hasta llegar a una casa vieja que a su vez da paso a otra construcción más intacta que debe ser una ganadería.
Las torres de la luz, abren espacio y posibilidades a la exploración y el camino se bifurca en dos direcciones opuestas. Resulta tentador continuar el itinerario pero yo debo volver por donde he venido: el cielo se está cuajando de nubes de tormenta y aún me quedan pasos difíciles que superar y 12 kilómetros hasta Peñarrubia.
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